Ilustraciones del cuento |
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La Federación Andaluza Arco Iris y la asociación de Familias por la Diversidad presentan "Cáster y las estrellas, mi hermana pequeña es intersex", el cuarto de los cuentos de la colección “Érase una vez… el arco iris”.
El cuento "Cáster y las estrellas" está inspirado en la historia real de Caster Semenya, mujer intersex sudafricana y campeona del mundo de velocidad.
En el cuento la familia protagonista muestran con naturalidad la infancia de quien podría ser una niña intersex, y el proceso de elección de un nombre neutro.
Además, en esta historia se menciona la existencia natural de especies hermafroditas, como los caracoles y las estrellas de mar.
La colección de cuentos "Érase una vez... el arco iris" apuesta por una educación abierta y plural en la que las familias facilitan juegos de todo tipo para el desarrollo integral de cada persona, más allá de su identidad, orientación o genitalidad.
AQUÍ disponible en VIDEO-CUENTO en YouTube, perfecto para usar en clase y como material más accesible:
CUENTO: CÁSTER Y LAS ESTRELLAS, mi hermana es inter+ Colección “Érase una vez el arco iris”
“Todos los cuerpos son diferentes”
Un cuento sobre la DIVERSIDAD, la ACEPTACIÓN y la GRATITUD.
Idea Original: Gonzalo-Félix Jawara Tuntiak
Editorial: Barbara Gittings - Federación Arco Iris LGBTI+
1. EL NACIMIENTO Y LA RISA
Era el mes de enero y aquella noche todo iba a salir bien: la luna brillaba en el cielo y algunas estrellas parpadeaban, ¡como si nos guiñaran un ojo!
La abuela había venido a nuestra aldea para ayudar al nuevo bebé a salir de mamá: ¡su barriga estaba enorme! Y yo tenía muchas ganas de conocer a esa nueva personita.
Papá decía que prefería que fuera niño. Mamá quería una niña. A mí me daba igual, porque yo lo que quería era… ¡¡¡alguien con quien JUGAR!!!
Entre gritos y llantos, por los dolores del parto, aquella noche mamá dio a luz después de un buen rato. ¡por fin el bebé había llegado!
La abuela colocó al bebé en los brazos de mamá y entonces me di cuenta: ¡el bebé tenía una manchita preciosa con forma de estrella justo en mitad de la frente!
¡Qué cara más bonita!, dije yo. Y la abuela añadió: ¡Es un niño! Y entonces papá, acercando su cara al bebé, preguntó extrañado: ¿o es una niña? Mira sus genitales… ¡tienen la forma de una orquídea!
¡Menuda sorpresa! ¿Cómo saber entonces si era niño o niña? ¿o tal vez era niño y niña a la vez? ¿Cómo podríamos averiguarlo?
De repente, un rayo de luna arco iris entró por la ventana y el bebé empezó a reírse. Su alegría se contagió en la choza: primero la abuela, después papá y mamá, luego yo… ¡ya no podíamos parar de reír!
Una hora después mamá, papá y el bebé se habían dormido… Solo estábamos despiertas la abuela y yo, y juntas salimos a dar un pequeño paseo hasta la aldea vecina.
2. CARACOLES Y ESTRELLAS
En la aldea vecina vivía un hombre sabio al que muchas personas de toda Sudáfrica acudían para encontrar respuestas.
Al llegar a su puerta, el anciano nos esperaba en una silla, mirando el cielo. Sin decir ni preguntar nada, señaló una pequeña estatua de una persona que tapaba su entrepierna… ¡con una orquídea!
Yo abrí los ojos como platos y grité “¡es como el bebé!”. Y el anciano dijo: “la madre naturaleza es sabia y la diversidad es uno de sus regalos maravillosos”.
Nos explicó que hay especies animales en las que un mismo ser tiene a la vez órganos de macho y de hembra. “Les llamamos hermafroditas”, dijo el anciano.
“Hermafroditas”, repetí yo. Y el anciano continuó: “Por ejemplo, esto ocurre en algunas especies de caracoles, estrellas de mar…”
“¡Ah! ¡El bebé tiene una estrella en la frente!” grité al recordar la manchita de nacimiento. ¡Es una señal! ¡es hermafrodita!
El sabio me interrumpió: “¡Ojo! Para las personas no usamos la palabra hermafrodita… mejor decir intersex.”
“Entonces, si el bebé es intersex… ¿he tenido un hermanito, una hermanita… o ambas cosas?”, pregunté yo.
“Paciencia. Tendrás que esperar años antes de poder saberlo, así que será mejor que mientras tanto elijáis un nombre neutro, que la gente use para ambos géneros”.
“¡Años!” Grité de nuevo, nerviosa. “¿Cuántos años? ¿Por qué hay que esperar tanto?”
“Primero hay que esperar a que la personita aprenda a hablar, porque es ella quien debe decíroslo. Cuando tenga entre 3 y 5 años podréis preguntarle:
¿Qué sientes en tu corazón?
¿Eres un niño, una niña, ambas cosas o ninguna de las dos?
Y en cuento el anciano hubo terminado de hablar, un destello arco iris iluminó el lugar, igual que había ocurrido en la choza justo antes de que el bebé comenzara a reír.
3. EL CAMALEÓN Y LA LUNA
La abuela agradeció al anciano sus palabras y retomamos el camino de vuelta a nuestra aldea. Tras andar unos minutos, presentí que el anciano tenía algo más que contarme.
“Abuela, espérame un momento” y corriendo volví hasta su choza. Él, al verme, me dijo “¿Has notado el destello arco iris hace un rato?”. Y yo respondí que sí.
“A partir de ahora es muy importante que te fijes en las señales que la vida te quiere mostrar, igual que notaste la mancha en la frente del bebé”, continuó el sabio.
“¿Te has fijado esta noche en la Luna?”, pregunto él. Y de nuevo respondí que sí.
“La Luna está contenta con el nacimiento del bebé y ha enviado un camaleón para protegerlo. Recuerda: cada vez que el camaleón se acerque podrás ver su destello arco iris.”
Sentí un escalofrío recorrer mi espalda… ¡¡¡De nuevo un rayo de luna arco iris nos deslumbró!!!
El anciano siguió hablando: “Es tu elección: tú decides si creer o no lo que te digo. En cualquier caso, si te sientes preparada para verlo, el camaleón se aparecerá ante ti.”
Con mucha energía dije ¡SÍ!… y en ese mismo instante pude ver al camaleón arco iris ante mí, inmóvil. Y me habló, con calma y serenidad:
“Como hermana mayor tienes una importante misión: acompañar al nuevo bebé en su camino, mostrarle las cosas que tú ya has aprendido y darle mucho cariño”.
El camaleón continuó, de nuevo con lentitud: “Y yo estaré siempre aquí, para acompañaros y daros señales que os ayuden a tomar la mejor decisión en cada momento”.
Y tras decir esas palabras, el camaleón desapareció de nuevo, dejando en su lugar un surco arco iris que se elevaba hacia la luna.
Yo di las gracias al anciano por haberme presentado al camaleón y corrí hasta el lugar donde la abuela me esperaba.
4. CÁSTER ES UN NOMBRE NEUTRO
Cuando llegamos a la choza, mamá, papá y el bebé aún dormían… y como era muy tarde, la abuela y yo también nos acostamos.
A la mañana siguiente, al despertar, pensé que todo había sido un sueño. Sin embargo, ¡era real! El bebé intersex había nacido… ¡y el camaleón estaba en la ventana!
Nadie más parecía verlo… tan sólo yo.
Mientras desayunábamos, la abuela contó todo lo que habíamos aprendido sobre los caracoles y las estrellas de mar.
Y entonces llegó el momento de decidir el nombre del bebé. Papá y mamá, tal y como nos había propuesto el anciano, decidieron usar un nombre neutro:
“¿Cáster?”, dijo mamá mirando al bebé… y el bebé rio. En ese instante, un reflejo arco iris recorrió el interior de la choza: ¡Al camaleón le gustaba el nuevo nombre!
“¡Te llamaremos Cáster!”, dije yo…
Y la abuela, algo preocupada por lo que dirían los cotilleos de la aldea, preguntó: ¿Y qué diremos a la gente cuando nos pregunten si Cáster es niño o niña?
“La verdad”, dijo papá. “Hasta que Cáster no nos diga lo que es, no podremos saberlo. Mientras, bastará con mencionar que Cáster es una personita intersex.”
Y de nuevo un destello arco iris iluminó la choza. El camaleón estaba de acuerdo con ser transparentes y decir la verdad.
5. FÚTBOL, MUÑECAS Y CARRERAS
Cáster y yo crecimos muy rápido. Como hermana mayor, cumplí bien mi misión: le enseñaba lo que yo aprendía y jugábamos a todo lo que me pedía: muñecas, fútbol…
Cuando Cáster cumplió 4 años recordé la pregunta del anciano y le dije: ¿Tú eres un niño, una niña, ambas cosas o ninguna? Y Cáster respondió: “Yo soy una niña libre”.
Y así era: mi hermana era una niña libre que hacía lo que más le gustaba. Y lo que más disfrutaba Cáster, igual que el camaleón, era andar con los pies descalzos por el campo.
A veces Cáster corría tanto que, al parar, no reconocía el lugar en el que estaba. Entonces, el camaleón guiñaba un ojo y la traía de vuelta sin que nadie se diera cuenta.
Cada semana que pasaba Cáster corría más rápido. Era ya casi tan veloz como la luz del sol. Si mamá le pedía llevar algún recado, Cáster en un plis-plás lo había entregado.
Para ir al colegio, Cáster nunca quería coger el autobús: ¡a correr! Mi hermana era, sin duda, la niña más rápida de todas las aldeas de la zona…
Y cuando empezó a ir al instituto descubrimos, gracias al campeonato nacional, que Cáster era la joven más rápida de todo el país…
Pocos años después, en el campeonato del mundo, Cáster ganó la medalla de oro en velocidad: ¡se había convertido en la mujer más rápida del mundo!
Y ese día, al recoger la medalla, un destello dorado iluminó a quienes aplaudían con entusiasmo. Esta vez el camaleón arco iris en color oro se había transformado.
Mi hermana Cáster ahora es una estrella y gente de todo el mundo la conoce. Se ha hecho famosa gracias a hacer lo que más le gusta: ¡¡¡ CORRER !!!
Desde el día en que nació con esa manchita en su frente, para mí Cáster es una estrella que nos recuerda, con su luz, que cada cual brilla cuando hace lo que más le gusta.
¡Gracias, Cáster, por ser tú!
¡Gracias, camaleón arco iris, por acompañarnos!
Una de las ilustraciones que forman parte del cuento. |
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